La infancia y la adolescencia son periodos de la vida especiales, llenos de cambios y nuevos aprendizajes. En estas etapas pueden aparecer distintas problemáticas y muchas veces los padres, a pesar de sus esfuerzos, no disponen de los recursos necesarios para abordarlas con éxito. Esto puede producir que la situación no mejore y se alargue en el tiempo.
El trabajo de un psicólogo infantil consiste en ayudar a los más pequeños y a sus familias a superar sus dificultades.
En primer lugar el psicólogo se reunirá con los padres para obtener toda la información sobre el problema que les trae a consulta. Podrá pedirles también que cumplimenten algún cuestionario o registro.
Una vez se tenga una idea concreta del problema, se realizará la evaluación del niño/a. Según la edad, se utilizará un método diferente para realizar una buena valoración. Básicamente, consistirá en realizarle preguntas, observar su comportamiento y cumplimentar con él algún cuestionario o prueba. El psicólogo se asegurará de que el niño se sienta cómodo y motivado, y propiciará un clima cálido y cercano durante las sesiones.
Una vez tenga toda la información necesaria y conozca al detalle el problema, el psicólogo se reunirá con los padres de nuevo para compartir con ellos los resultados de la evaluación y el plan de terapia. Este es un buen momento para que los padres resolváis todas vuestras dudas y salgáis de esta sesión entendiendo lo que sucede y cómo se va a proceder para solucionarlo.
A partir de este momento, se empezaría con la fase de terapia. Durante estas sesiones, el psicólogo enseñará, tanto al niño como a sus padres, las estrategias y técnicas necesarias para manejar el problema hasta superarlo. Cada semana se planteará una tarea que deberéis practicar entre sesión y sesión.
En este punto de la terapia, ya estaréis usando las técnicas y estrategias aprendidas durante la terapia en el día a día. Tanto el niño como los padres empiezan a ser capaces de afrontar el problema con éxito. En este momento, el psicólogo propondrá distanciar las sesiones de terapia para dar independencia al niño y comprobar que puede hacerlo solo y, al mismo tiempo, seguirá supervisándolo.
Después de unas sesiones de seguimiento, cuando se ha superado el problema, se acuerda finalizar la terapia.